Queenstown

Mosqueados con las previsiones del tiempo, nos dirigimos esa mañana hacia una de las ciudades con más marcha y ambiente de Nueva Zelanda,  Queenstown.
Si lo tuyo son los deportes de aventura, esta es tu ciudad: parapente, parapente acuático, paracaidismo, Kayak,  paseos en barco por el lago… Hay para todos los gustos, todos los bolsillos y todas las cabezas.. Que algunos están muy locos.
Lo primero que nos llamó la atención al llegar a Queenstown y descender una gran cuesta con la caravana, fue una montaña que teníamos justo enfrente, donde habían abierta una gran franja sin árboles que dividía la montaña en dos y por la que subían y bajaban muchas cabinas del teleférico.

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Teleférico dale que te pego en la montaña de Queenstown.

Desde lo alto, como hojas cayendo desde las ramas de un gran árbol, bajaban poco a poco, danzando junto con el aire, unos cuantos paracaídas de diferentes colores.
Aparcamos y empezamos a recorrer aquellas calles.
Desde que habíamos dejado Wellington, era la primera vez que nos encontrábamos con tanta gente en tan poco espacio. El sitio más turístico sin dudas que habíamos visto.
Sin embargo se respiraba buen ambiente, no se sentía ningún agobio de transeúntes y tanto el clima como los lugareños ayudaban a que el buen rollo no decayera.

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Miriam y el lago de las actividades acuáticas.

Tras pasear por las cuatro calles y relajarnos un rato por el paseo del lago, nos entró algo de hambre, así que fuimos a hacer la cola de una de las hamburgueserías más famosas de Nueva Zelanda, y como leímos hace poco, del mundo: Fergburger.
Al final ni hicimos tanta cola, poco más de veinte minutos y otros veinte para que nos dieran nuestro pedido. Después nos fuimos a sentarnos en la orilla del lago, en la arena  para saborearlas bajo el sol, que por una vez, nos esperó y acompañó durante todo aquel tiempo.

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A la espera de la famosa hamburguesa, sin duda, valió la pena.

Tuvimos también unos compañeros inesperados y un poco impertinentes mientras degustabamos nuestras hamburguesas de buey: una jauría de gaviotas.
Fue sentarnos en la arena y acudieron a nosotros más de diez gaviotas, que nos rodearon y estuvieron esperando atentamente a que les diéramos algo. De vez en cuando, una patata que se había caído al suelo o un trozo de pan, se lo lanzábamos y antes de que tocará el suelo, ya se lo había comido alguna de las diez. La verdad es que daban un poco de miedo.

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Las cervezas mejor dejémoselas a los alemanes que saben lo que hacen.

Después de comer, descansar y mojarnos los pies en aquellas frías aguas, nos fuimos a buscar lo que nos estaba pidiendo el cuerpo,  enchufes.
Por si os lo preguntáis, en cuando abandonamos el lugar donde habíamos estado sentados, las gaviotas hicieron una concienzuda inspección y acabaron con cualquier rastro de comida que pudiéramos haber dejado.

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Un kiwi atacando a Miriam.

Los yonkis de los enchufes salían de nuevo a las andadas. Tras rastrear todos los bares, restaurantes y pubs,  dimos con un café donde no había nadie y tenía dos enchufes libres. Bien!  Entramos, nos pedimos dos cafés para poder hacer tiempo, le pedimos la contraseña de la Red WiFi a la camarera y enchufamos todos los trastos. Lamentablemente, cerraban en media hora, por eso no había nadie, y nos salió el tiro por la culata. Apuramos todo lo posible hasta que nos echaron, literalmente.
Al salir, justo enfrente, en una especie de parque que hacía esquina, había gente sentada enfrente de otra gente que parecía que estaban tocando algo.  Nos acercamos y efectivamente, era un concierto en plena calle. El primer grupo, de reagge, el segundo  más punk rock. Luego nos cansamos y decidimos irnos a buscar un lugar para acampar.
Encontramos uno a orillas de otro algo, sí, Nueva Zelanda está llena de lagos. Un sitio muy tranquilo, bonito y, como casi todos, con unos baños que ya les gustaría tener así de limpios a más de un bar en España.
Esa tarde noche la pasamos leyendo un rato, bebiendo vino neozelandes y terminando la temporada 3 de Mad Men.  Dormimos más de 11 horas, a pesar del colchón de espuma de la kiwivan.


Y a ti ¿qué te ha parecido?